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60th IFLA General Conference - Conference Proceedings - August 21-27, 1994

La historia de las bibliotecas en México, un tema olvidado

Rosa María Fernández de Zamora


ABSTRACT

La historia de las bibliotecas en un país como México que tiene un rico pasado bibliotecario es muy necesaria.

Se expone especialmente el desarrollo de la investigación histórica realizada en los últimos diez años resaltando su gran aportación a la historia de la cultura mexicana y señalando que falta mucho por hacer a pesar de ese gran avance que es único en América Latina.


PAPER

Si la aparición de las bibliotecas en México tal como hoy se conciben ocurre cuando llegan los españoles, las civilizaciones mesoamericanas desarrollaron las inscripciones o pinturas que se encuentran en los códices para transmitir su cultura. La necesidad de conservar esos manuscritos obligó a destinarles lugares para conservarlos conocidos como amoxcalli o bi bliotecas prehispánicas, siendo las más afamadas las que se encontraban en Texcoco y Tlaltelolco. Para la elaboración de los códices existieron los tlacuilos o escribanos cuyo oficio estaba muy extendido en el México prehispánico. Desgraciadamente esas bibliotecas fueron destruidas durante la conquista.

La presencia de los libros y las bibliotecas en México pronto cumplirá 500 años. El primer libro que se sabe que llegó a México fue el breviario que Jerónimo de Aguilar, el intérprete de Cortés, traía cuando naufragó en 1511. "Serán quinientos años de una historia deslumbrante en los que se tejen sueños y f rustraciones, proyectos y realidades, pero siempre años de lucha por crear una sociedad próspera y democrática" dice Ignacio Osorio.

México es un país que posee una de las tradiciones culturales más ricas y antiguas de América. Tal vez fue el primer país en que se fundó oficialmente una biblioteca, la de la catedral en 1534, fue el primero que contó con una imprenta (Juan Cromberger Juan Pablos, 1539) y por tanto en donde se imprimió el primer libro del continente ameri cano; el primero de la América continental en que funcionó una universidad (Real y Pontificia Universidad 1551 1553), el primero en que se compiló y se publicó una bibliografía nacional (Bibliotheca Mexicana, Eguiara y Eguren, 1755) y dueño de las bibliotecas más ricas y más grandes de la América española en la época colonial. Hay que asentar, sin embargo que durante la colonia, las bibliotecas fueron privilegio de los españoles y de los criollos, pero además de apoyar el dominio de ese grupo sobre indios y mestizos, sirvieron también para transmitir al nuevo mundo la cultura europea lo que dio como resultado el establecimiento de notables bibliotecas como la Palafoxiana, la Turriana y otras muchas.

Después de la independencia iniciada en 1810 y consumada en 1821, el país se vio envuelto en luchas interminables por el poder de conservadores y liberales que culminaron con el reestablecimiento de la República en 1867 y la dictadura de Porfirio Díaz de 1876 a 1910. Los liberales concibieron la biblioteca como instrumento de cultura y de progreso y proyectaron la fund ación de la Biblioteca Nacional y de bibliotecas públicas en los estados como dice un investigador "para satisfacer una necesidad emotiva y romántica de contar con bibliotecas como símbolo de modernidad y de adelanto, independientemente de su utilidad pragmática". (1)

En el siglo XIX predominaron las bibliotecas de eruditos, "solemnes y venerables" que mas parecían museos que bibliotecas y restringidas muchas de ellas a un público elitista. En el México de entonces el 80% de la población mayor de 10 años era analfabeta.

Al triunfar la Revolución de 1910, se hace un esfuerzo por convertir al libro en un objeto al alcance de todos los ciudadanos, logrando su plenitud en la década de los años 20 cuando se crea la Secretaría de Educación Pública, con José Vasconcelos a la cabeza se abren más de 2500 bibliotecas públicas en todo el país y se publi can miles de ejemplares de autores clásicos y libros técnicos que son repartidos en los lugares más lejanos. Sin embargo, como este proyecto careció de una estructura que le permitiera una permanencia, comenzó a declinar en los años cuarenta.

En los años cincuenta se inicia el ciclo de apoyo a las bibliotecas universitarias que a lo largo de los más de cuarenta años transcurridos manifiesta su desarrollo especialmente en las bibliotecas de la Universidad Nacional Autónoma de México. A la par que las bibliotecas universitarias, a partir de esos años surgen también importantes biblioteca s especializadas particularmente de organismos oficiales del campo científico tecnico, incrementadas más tarde al establecerse el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología en 1970.

Las bibliotecas públicas resurgen a partir de 1983 al establecerse el Plan Nacional de Bibliotecas Públicas que ha permitido abrir mas de cuatro mil bibliotecas en todo el país. De todas estas importantes manifestaciones bibliotecarias, únicamente las bibliotecas públicas cuentan con un proyecto de investigación histórica. Ni las universitarias, ni las especializadas se han preocupado por estudiar su pasado.

En 1971, Nettie Lee Benson dijo que prácticamente en América Latina no existían obras de historia bibliotecaria y que las pocas que se conocen son listas de nombres de directores, número de volúmenes, tipo de materiales de una biblioteca en particular constituyendo más bien fuentes de datos históricos que verdaderas historias que traten sobre el pa pel de las bibliotecas en la comunidad que deben servir, su impacto, su trascendencia. Tampoco existen memorias y biografías de bibliotecarios.(2)

En lo que se refiere a México, efectivamente la historiografía bibliotecaria es muy escasa ya que sólo comprende alrededor de 50 títulos. La desaparición de los bibliotecarios eruditos del siglo XIX y principios del XX que se interesaron por los estudios históricos de las bibliotecas, especialmente de la Biblioteca Nacional, como fueron Cruzado, Payno, Iguíniz, Teixidor, y Carrasco Puente, provocó un gran vacío de conocimientos históricos. La profesionalización de los bibliotecar ios al establecerse las escuelas de bibliotecología en 1945 y en 1956, trajo como consecuencia que su preocupación prioritaria fuera la organización moderna de las bibliotecas y el estudio que todo ello implicaba, por lo que la investigación de tipo histórico se fue olvidando.

Es hasta la década de los ochenta cuando surgen dos instituciones con proyectos de investigación biblictecológica. Una es el Centro Universitario de Investigaciones Bibliotecológicas (CUIB) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) fundado en 1981 y la otra, la Dirección General de Bibliotecas de la Secretaría de Educación Pública (SEP) a partir de 1989 dependiente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) que dentro de sus múltiples proyectos de apoyo al Programa Nacional de Bibliotecas Públicas 1983 1988 instituyó en la Dirección de Investigación y Desarrollo de Recursos Humanos el proyecto de Historia de las Bibliotecas Públicas en México.

Por su parte, el CUIB además de las múltiples investigaciones que han dado como resultado numerosos manuales, libros y cursos para apoyar el quehacer bibliotecario en México y la única revista de la especialidad publicada en el país Investigación Bibliotecológica, le ha dedicado también un espacio a la investigación histórica. La obras históricas más importantes que hasta ahora ha publicado son:

Por su parte la Dirección General de Bibliotecas de la CEP, ahora del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA), durante 10 años initerrumpidos ha apoyado la elaboración de la historia de las bibliotecas públicas en México. El proyecto fue iniciado a finales de 1983 por Rosa María Fernández de Zamora, Directora de Investigación y Desarrollo de Recursos Humanos (1983 1986), con el apoyo de Ana María Magaloni, Directora general de Bibliotecas. Para empezar el proyecto hubo nececidad primero de redactar unos lineamientos que guiaran a los investigadores en su búsqueda histórica y segundo buscar a los investigadores idóneos para el mejor desarrollo de los trabajos proyectados.

El planteamiento inicial comprendió dos series, una general, la Historia de las Bibliotecas en México, formada por cinco volúmenes cuyo objetivo era presentar la historia general de las bibliotecas en México desde la colonia hasta la creación del Departamento de Bibliotecas de la SEP en 1921, a partir de entonces se centraría en el desarrollo de las bi bliotecas públicas de la SEP. A la fecha han aparecido los volúmenes que se ocupan de la colonia, del siglo XIX y de 1910 a 1940.

La otra serie es la Historia de las bibliotecas en los estados de la República Mexicana, cuya finalidad era narrar la historia de las bibliotecas en los 31 estados de México, iniciando con el desarrollo de las bibliotecas en general desde la época de la colonia y posteriormente ocuparse sólo de las públicas. Hasta ahora han sido publicadas las historias de 21 estados. Los lineamientos que se distribuyeron entre los posibles autores de las historias estatales contemplaban lo siguiente:

1. La finalidad de la investigación era la historia de las bibliotecas públicas en México. Así pues debían tener muy clara la conceptualización de biblioteca pública en México.

2. Para su desarrollo se solicitó seguir la cronología siguiente: Ä Epoca colonial Ä 1821 a 1910 Ä Período 1910 1940 Ä Período 1940 1964 Ä Período 1964 1983 correspondiente a los períodos histórico-políticos más significativos en México. De cada época debía contemplarse el contexto sociocultural que incidió en el desarrollo de las bibliotecas. 3. El contexto sociocultural debía tomar en cuenta los siguientes aspectos: Ä La composición de la población, su grado de alfabetización y su ocupación Ä El desarrollo económico del país Ä El entorno político del país Ä El ambiente cultural Ä Las instituciones educativas 4. La cuestión bibliotecaria debería abarcar los siguientes puntos: Ä La legislación y la organización administrativa que las apoyaba Ä Las políticas educativas y culturales a las cuales respondían Ä Las bibliotecas que se fundaron, su ubicación y edificios que ocuparon Ä Presupuesto con que contaron Ä Tipo de colecciones que tenían, su organización, personal, usuarios, servicios, etc. Ä Mencionar casos especiales de bibliotecas sobresalientes, personas, edificios. 5. Consignar las fuentes bibliográficas consultadas, los archivos y documentos revisados. 6. Incluir ilustraciones, mapas, cuadros, estadísticas, etc. A los investigadores de la serie general que debían ocuparse de una época específica se les solicitó tomar en cuenta los puntos 3 a 6.

La Dirección de Investigación organizó el proyecto de la siguiente manera: en el Distrito Federal se formó un equipo interdisciplinario de bibliotecarios e historiadores que trabajaron sobre los diferentes aspectos de las historias comprendidas en la serie de historia general de las bibliotecas, reuniéndose cada semana, trabajando en forma de seminario en el qu e todos participaban y aportaban sus ideas. Se mantuvo un constante contacto con las personas que se iban a dedicar a la historia de los estados y se procuró invitarlos a los seminarios del D.F.

Tal vez el momento más difícil al iniciar este apasionante proyecto fue responder a la pregunta ¿quién va a realizar estas historias? ¿el bibliotecario?, ¿el historiador? En ocasiones se pensó en combinar las dos especialidades, es decir que un bibliotecario y un historiador trabajarán juntos alguno de los temas, sin embargo esto no se dio. Para las historias estatales se pensó en los historiadores locales de más prestigio. Algunos de ellos fueron invitados y aceptaron, otros no. La serie de historia general quedó en manos de especialistas de la época.

El resultado es que la mayoría de las historias han sido hechas no por bibliotecarios, sino por historiadores. ¿Es que el bibliotecario no tiene capacidad de hacer una investigación histórica de su propia profesión? Creo que no es problema de capacidad, en muchos de los casos, sino de tiempo y de posesión de una cultura histórica sólida. Tiempo para adentrarse en la problemática histórica y todas las implicaciones de investigación que conlleva y posesión de esa cultura histórica necesaria que no le dan los estudios profesionales de bibliotecología sino que tiene que obtener por sí mismo.

De las 21 historias estatales y tres historias generales ya publicadas, 14 fueron hechas por historiadores, dos por un especialista en letras clásicas, tres por bibliotecarios con estudios formales de historia (Aguascalientes y Zacatecas escritas por Ramiro Lafuente y Jalisco por Helen Ladrón de Guevara) y las cinco restantes por bibliotecarios (Guerrero, Morelos, Chihuahua, Sonor a y Yucatán). Las historias estatales publicadas hasta ahora son:

Hasta ahora la única evaluación de la historiografia bibliotecaria latinoamericana fue hecha en 1971 por Nettie Lee Benson, reconocida historiadora americana especializada en historia latinoamericana. En ella, como ya se mencionó, Benson asentaba la carencia de verdaderas historias bibliotecarias en América Latina porque las pocas existentes eran de caracter parcial a& uacute;n ocupándose de una sola institución. Al referirse a los historiadores del siglo XIX dice "en general, estaban demasiado ocupados con el pasado como para encarar la organización y preservación de materiales relativos a su propia época. No es esto cierto para todos los bibliotecarios, no solamente para los de América Latina?" y más adelante añade "La mayor parte de la historia que se escribe actualmente en América Latina se ocupa de la época colonial. ¿Por qué entonces debemos esperar encontrar buenas historias de las bibliotecas de América Latina que abarquen el último siglo y medio? ¿Es que no hay bibliotecas públicas universitarias o privadas en América Latina, dignas de s er consideradas dentro de la historia de las bibliotecas? Algunas, sin lugar a dudas. Pero hasta el presente, sus historias no han sido escritas." (8) Como puede verse, en veinte años México ha avanzado bastante en lo que se refiere a bibliotecas públicas, sin embargo, es mucho lo que falta por hacerse en bibliotecas universitarias, especializadas y particulares, por eso el subtítulo de esta ponencia: un tema olvidado.

Las bibliotecas universitarias mexicanas que ya han cumplido un número de años considerable proporcionando sus servicios, ofrecen necesariamente un campo muy rico para los estudios históricos que no ha sido explorado. Tal es el caso de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) cuyo sistema agrupa a cerca de 170 bibliotecas, en el que la Dirección General de Bibliotecas y su Biblioteca Central han jugado un papel decisivo para su desarrollo y cuya historia aún no se escribe. En la misma situación está la Biblioteca Daniel Cosío Villegas de El Colegio de México y muchas más. Lo anterior se puede aplicar también a las bibliotecas especializadas cuya trayectoria histórica tambié n se desconoce. Aún la Biblioteca Nacional está en espera de su completa y objetiva visión histórica. En 1976 realicé una modesta investigación sobre las bibliotecas universitarias que hasta ahora no ha tenido seguidores.

Pronto será publicado el libro La Asociación Mexicana de Bibliotecarios, notas para su historia que trata de dar una visión del desarrollo de la más importante agrupación profesional de México. Procede preguntamos ¿por qué ocuparse de la historia de las bibliotecas en esta época en que el deslumbramiento por la tecnología, el dominio del materialismo, del utilitarismo, de la mercadotecnia, la procupación por el futuro absorben todo el tiempo de los bibliotecarios?

Se dice que los pueblos voltean al pasado en las épocas de crisis, que la sabiduría histórica se impone a las colectividades como un saber útil y necesario. Además existe una legitimidad intelectual de conocer la historia de una profesión. La biblioteconomía como cualquier otra profesion tiene necesidad de conocer sus orígenes, de entender y saber porqué y cómo actuaron las bibliotecas existentes y las de otros tiempos y el papel que tuvieron dentro de las comunidades en que se desarrollaron; cuál fue su contribución al crecimiento cultural de la sociedad a que sirvieron. Necesidad de tener conciencia de nuestra propia identidad como bibliotecarios.

Linda Sametz dice en su libro sobre Vasconcelos "Por otra parte, está el hecho de que, a pesar de haber transitado por las aulas del Colegio de Bibliotecología de la UNAM durante mis estudios de licenciatura, no recuerdo que me hayan sido mostradas las raíces y los inicios de esta profesión en México, sin embargo, considero que las futuras generaciones requier en de este conocimiento para acercarse más a su profesión, para identificarse más con ella".(9)

Las historias de las bibliotecas mexicanas publicadas en los últimos diez años aún no han sido evaluadas críticamente, pero sin duda alguna contituyen la mayor aportación que en historia de las bibliotecas se ha hecho en el mundo hispanoamericano en general y en el mexicano en particular. Hasta donde se sabe en ningún otro país de la región se cuenta con este número de historias publicadas en años recientes.

NOTAS

(1) Rosa María Femández de Zamora. Siglo XIX. Mesa redonda. Las bibliotecas en la vida de México. De Carranza a nuestros días. p. 46

(2) Nettie Lee Benson. La historia de las bibliotecas en América Latina. Una evaluación crítica de su bibliografía. Apuntes bibliotecológicos. No. 3 1971. p. 4

(3) Ramiro Lafuente. Un mundo poco visible: imprenta y bibliotecas en México durante el siglo XIX. p.1

(4) Ignacio Osorio Rorhero. Las bibliotecas novohispanas. p. 257 y 260

(5) Carmen Vázquez Mantecón. Las bibliotecas mexicanas en el siglo XIX. p. 11 y 14.

(6) Guadalupe Quintana Pali. Las bibliotecas públicas en México: 1910 1940. p. 16 y 1 g

(7) Linda Sametz de Walerstein. Vasconcelos, el hombre del libro. La época de oro de las bibliotecas. p. 1

(8) Benson. Op. cit. p. 9

(9) Sametz. Op. cit. p. 2

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