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61st IFLA General Conference - Conference Proceedings - August 20-25, 1995

Acceso frente a propiedad : ¿hasta qué punto es una alternativa real?

Maurice Line
Information and Library Consultant
Harrogate, United Kingdom


RESUMEN

Es necesario, en términos de política de actuación, poner en duda la asunción de que el acceso remoto es preferible a la propiedad. En el modelo del acceso no tienen cabid a el hojeo y el hallazgo casual. El acceso es preferible para las revistas más que para las monografías, sobre la base de la rapidez de provisión del documento, fiabilidad y faci lidad de uso, pero, en general, no es mejor que el acceso in situ. Si el coste fuera el único criterio a tener en cuenta, los costes relativos actuales del acceso y de la propiedad, que favore cen al acceso, podrían cambiar substancialmente una vez que el acceso se convierta en electrónico. Las formas alternativas de control y publicación de los materiales de investiga ción tienen ventajas y desventajas. La propiedad tiene límites: nunca puede llegar a ser completa. Se debería combinar la propiedad de una amplia variedad de materiales recientes con el acceso a los materiales más antiguos. Hay fuertes argumentos en favor de mayores presupuestos para adquisiciones sobre la base de la importancia creciente del autoaprendizaje.


Introducción

Ha quedado casi establecido que el futuro de las bibliotecas subyace más en la política de acceso que en la de propiedad. Los bibliotecarios han abandonado los argumentos en favor de la s adquisiciones extensivas e, incluso, se han declarado positivamente en contra (p.e., Ferguson & Kehoe, 1993; Widdicombe, 1993), si bien hay excepciones (p.e., Truesdell, 1994). Existen algunos argu mentos en favor de esta creencia en el acceso: el de que dicha política es inevitable debido a que gran parte, si no la mayor, de los materiales estarán en el futuro disponibles en form ato electrónico; que hasta que esto suceda el acceso será cada vez más fácil y que cada vez se producirán más materiales electrónicamente, al mismo ti empo que los impresos se digitalizarán con el fin de se puedan transmitir; que incluso ahora no importa mucho si el documento está o no en la colección de la biblioteca, ya que s e puede obtener fácilmente en otro sitio; o el de que el acceso es preferible en términos económicos, aspecto vital ya que los presupuestos continuarán siendo muy ajustado s.

La necesidad de la presencia física

Aunque puede que sea necesario acrecentar la confianza en el aceso remoto cuando los recursos económicos son escasos para seguir manteniendo los niveles de adquisición alcanzados con an terioridad, aceptarlo como principio es otra cuestión. Un argumento en contra es que la posibilidad de hojear los documentos desaparece en el modelo del acceso. Numerosos estudios han demostra do que, incluso en las ciencias puras, los usuarios encuentran una gran cantidad de documentos útiles hojeando los volúmenes, así como por casualidad. Se debería hacer dis tinción entre estos dos casos: el hojeo supone que se están buscando documentos de interés en una materia elegida, a menudo sin contar con términos de búsqueda prec isos para efectuar la búsqueda, mientras que el hallazgo casual es encontrar algo de interés por casualidad. (El hojeo se compara con buscar una aguja en un pajar, mientras que el halla zgo casual es buscar una aguja en un pajar y encontrar a la hija del granjero). Ambos requieren la presencia física de los documentos. En las humanidades esta necesidad es todavía mayor , aún cuando el usuario sepa lo que está buscando, ya que las entradas del catálogo dicen muy poco acerca del contenido de las monografías y es necesario echar un vistazo a muchas monografías de posible interés antes de decidir lo que se quiere. Aunque si bien algunas bibliotecas no proporcionan estas facilidades al tener gran parte de sus colecciones en acceso cerrado, no cabe duda de que en los sistemas de estanterías abiertas la práctica del hojeo de los documentos es general y muy apreciada por los usuarios. El examen directo de lo s documentos que pueden resultar de interés es una práctica que parece ayudar a los investigadores a aumentar sus conocimientos, a establecer lazos de unión entre las disciplinas y a proporcionar ideas nuevas. La presencia física de los documentos es especialmente importante porque posibilita a los investigadores y profesores estar al tanto de los nuevos desarrollos e n y más allá de los límites de sus propios campos de estudio. No ha sido después de esta presencia física a lo largo de los años cuando los investigadores ha n llegado a entender los conceptos y palabras mediante los que acceden a las bases de datos.

Se podría alegar que un texto puede hojearse en la pantalla del ordenador. Los sistemas de acceso electrónico a publicaciones periódicas también ofrecen esta posibilidad. Sin embargo, los experimentos realizados hasta la fecha no parecen indicar que la pantalla sea el sustituto adecuado para la página impresa - la página en la pantalla todavía res ulta muy pequeña, el procedimiento es más lento, fatigoso para los ojos cuando la consulta es larga y, además, los ordenadores no son todavía tan fácilmente transpo rtables como los documentos impresos (tampoco las baterías eléctricas duran mucho, por lo que hay que estar cerca de un enchufe se quiere estar trabajando mucho tiempo). Es difíc il considerarlos como una buena alternativa a la presencia física de una extensa colección de documentos impresos.

Existen ahora algunos sistemas denominados CAS-IAS (Contents Access System - Individual Article Supply), que proporcionan acceso a las páginas de índices de una gran cantidad de revista s y suministran también los artículos listados e ellas; como ejemplo están el Contents First de OCLC, el UnCover de CARL, así como el Inside Information e Inside Conferenc es, ambos ofrecidos por el British Library Supply Centre (Leach & Tribble, 1993; Brown, 1993); pero éstos tan sólo cubren algunas revistas de poco uso y los títulos de los art&ia cute;culos revelan el contenido de manera parcial.

Para las monografías, todavía está lejano el día en que se pueda acceder en línea de manera rutinaria y en cualquier caso hará falta mejorar mucho el control bibliográfico para mitigar la pérdida de la posibilidad del hojeo directo. Los índices de las monografías empiezan a estar disponibles, pero a menudo no revelan gran cosa . Serían más útiles los resúmenes extensos: es difícil que esto se pueda implantar de manera general, aunque los registros que elabora Book Data Ltd. para una gran cantidad de monografías en inglés vienen a ser algo parecido. Pero incluso esto no llega a sustituir la posibilidad de echar una hojeada a la monografía misma. ¿Cuántos de nosotros compramos nuestros propios libros en las librerías mirando sólo el título y el índice? De hecho, quienes defienden el acceso frente a la propiedad admiten cuand o se les presiona que se refieren únicamente a las publicaciones periódicas y, especialmente, a las revistas científicas y técnicas.

Eficacia relativa de la propiedad y del acceso

La decisión entre poseer o acceder ¿debe tomarse en función del coste-eficacia relativo en el acceso o solamente solamente en función de la eficacia? Los principales criterios de eficacia son la rapidez en el suministro, fiabilidad (probabilidad de obtención de un documento de entre las fuentes consultadas) y facilidad de uso (Line, 1988). Los costes son, desde luego , importantes, pero su importancia varía; volveré a este tema más adelante. Por el momento, el acceso a documentos “copiables” como los artículos de revistas satisface los criterios expuestos anteriormente mucho mejor que el acceso a los “no copiables”, tales como las monografías. Por otra parte, se ajusta mejor a las revistas científicas que a las de humanidades. La razón no es que ahora sea más fácil localizar las revistas que las monografías - el acceso en línea a los catálogos colectivos está cambiando esto - sino que las probabilidades de que el libro que se busca esté disponible son menores. Esto también está mejorando como resultado de la implantación de sistemas mediante los que las peticiones pueden ser desviadas desde las bibliotecas que no satisfacen la s peticiones a otras bibliotecas, si bien esto no resuelve el problema tan común de que las monografías que más se solicitan son aquellas que se utilizan en las bibliotecas donde se dirige la petición. Este problema apenas surge con las revistas, ya que no suelen prestarse en la mayoría de las bibliotecas y hacer una fotocopia de un artículo no impide la utilización de ese número por parte de los usuarios de la biblioteca en cuestión. El acceso a las monografías adolece por tanto de fiabilidad y de rapidez de suministro. Otra razón por la que la rapidez de suministro es más baja en las monografías es porque las fotocopias se pueden enviar por fax e incluso si se envían por correo pueden ir como cartas, lo que por lo general es más rápido que enviar paquetes. No es lo más inteligente por parte de la biblioteca ofrecer más acceso remoto que propiedad a unos u suarios que necesitan monografías con urgencia.

El acceso es mucho más satisfactorio para las revistas que para las monografías. Las diferencias, más que disminuir, aumentarán con el acceso electrónico. A la vist a de las diferencias, es increíble cómo la mayoría de los bibliotecarios de universidades mantienen las suscripciones a revistas todo lo que pueden a costa de no comprar monograf ías. O no se creen lo que dicen sobre el acceso como alternativa real o (los profesores) les obligan a actuar de manera irracional; existe una tercera posibilidad y es que no se den cuenta de lo que están haciendo.

Cualesquiera que sean los méritos del acceso para las revistas y monografías, el acceso remoto es inferior al acceso in-situ. Esto no significa que la disponibilidad local no deje mucho que desear. Los estudios de disponibilidad en el Reino Unido y en los USA muestran no solo cómo únicamente alrededor del 70% de los materiales solicitados por los investigadores est&aa cute;n en la biblioteca, sino también que por lo general sólo el 60% de los documentos existentes en las bibliotecas universitarias están disponibles cuando se solicitan (Mansbri dge, 1986; Chaundry & Ashoor, 1994). La principal razón de la indisponibilidad de los documentos de la biblioteca es que se están utilizando, de ahí que ese 40% que no está ; disponible cuando se solicita suele coincidir con los documentos más populares, no con aquellos que se necesitan para la investigación. El préstamo interbibliotecario apenas si rve para esos documentos, al tratarse sobre todo de los libros que los estudiantes necesitan con rapidez. La única solucción es comprar más copias, pero, debido a las limitacione s presupuestarias, esto significa comprar menos documentos únicos, lo que perjudica a los investigadores.

Costes relativos de la propiedad y del acceso

Los costes relativos por sí solos son un criterio inadecuado para decidir si una biblioteca debe comprar o pedir prestado, debido a la importancia de la presencia física y del hojeo de los documentos y también porque los materiales que no se ven por lo general ni se identifican ni se usan. He argüído también que la propiedad es antes que el acceso como nor ma general. No pueden, sin embargo, ignorarse los costes.

Un problema cuando se comparan los costes del acceso y de la posesión es que los costes del acceso no permanecen estables. Es más, no existe un coste fijo para el acceso nacional (en ar as de la simplicidad no tengo en cuenta el acceso internacional, donde las incertidumbres son mucho mayores). Cada vez en más países se está aceptando que los costes añadi dos (directos) del suministro interbibliotecario los pague la biblioteca peticionaria; en muy pocas bibliotecas la provisión y la demanda están equilibradas y los que efectúan el suministro a la red ya no están en condiciones para correr con los gastos que implica satisfacer un volumen de demanda creciente. En algunos países la provisión de documentos es tá parcialmente subsidiada (esto es, sin tener en cuenta los gastos de personal), pero se trata generalmente de un paso intermedio en el camino de la recuperación completa de los gastos directos completos. La mayoría de las bibliotecas cobran cantidades diferentes según sean préstamos o fotocopias, en parte porque puede que estén obligados a cargar una t arifa mínima por fotocopia para satisfacer los requisitos legales. Si la cantidad que se cobra por los préstamos es menor, esto no quiere decir que el coste sea menor para la bibliotec a peticionaria, ya que los préstamos, a diferencia de las fotocopias, hay que devolverlos. Las bibliotecas que hacen el préstamo suelen cobrar las fotocopias según el núme ro de páginas (una costumbre que no es muy racional, por cierto, ya que el coste de fotocopiar una página es muy pequeño si se compara con el de la recuperación, env&iacut e;o, etc.; la diferencia entre suministrar fotocopia de dos páginas o de veinte es menos de la décima parte del coste total). Los precios para los artículos de revistas tambi&eac ute;n varían según se efectúe el envío por correo o por fax; el último puede costar el doble. Los proveedores comerciales cargan el coste total de la recuperaci&oac ute;n además de un (por lo general pequeño) beneficio1.

Cualquiera que sea la situación actual, podemos predecir sin equivocarnos que el cobro de los costes directos totales llegará un día a ser la norma para el préstamo y sumi nistro nacional de documentos entre bibliotecas. Mientras se siga en la incertidumbre, es muy difícil hacer comparaciones serias de los costes; en este momento dicha comparación es cier tamente imposible. Allí donde se utilizan proveedores comerciales para obtener artículos de revistas, el coste puede ser desde el doble hasta el mismo que si lo hacen otras bibliotecas; si las bibliotecas cobrasen todos los gastos, podrían de hecho ser mayores que los de los proveedores comerciales. Si los artículos se trasmiten a partir de versiones electrónic as por editores o centros de almacenamiento, los costes podrían ser mayores por las razones dadas anteriormente.

Se ha intentado en algunas ocasiones comparar los costes para las bibliotecas en el caso de las revistas. El número de veces que un volumen de una revista debe utilizarse para que resulte m&aa cute;s económica su compra se ha estimado entre cinco y diez. Estas estimaciones no sirven de mucho, ya que el número de veces depende del precio de la revista. los precios medios en el Reino Unido van desde 88 £ para las revistas de humanidades hasta 403 £ para las revistas científicas (precios de 1994) (véase el Apéndice 1). Estas medias contienen grandes di ferencias entre los precios de los diferentes títulos. En el caso de las monografías, el precio medio de un texto académico británico en el Reino Unido (Enero-Junio de 199 4) era de 35,42 £ (oscilando desde 86,65 £ para la botánica hasta 14,55 £ para los textos literarios); el precio medio de los libros en Estados Unidos era 44,65 $ (oscilando entre 111,34 $ par a cirugía y 24,11 $ para deporte y esparcimiento) (Apéndice 2). A estos costes deben añadirse los de selección, adquisición, proceso (incluyendo sobre todo la catal ogación) y espacio ocupado en la estantería.

Existe todavía otro problema cuando se comparan costes de adquisción con los de obtención el documento en préstamo o mediante fotocopia: hay que calcular la estimaci&oacut e;n de uso. Como indicaré más adelante, los bibliotecarios no son precisos cuando toman decisiones al adquirir monografías; tienden a serlo todavía menos en los casos dud osos. En las revistas es bastante más fácil, puesto que los estudios de utilización proporcionan datos sobre aquellos que ya se han adquirido, al mismo tiempo que las cifras del préstamo interbibliotecario pueden proporcionar datos sobre las que no. Sin embargo, no es fácil llevar a cabo estudios fiables y las cifras del préstamo interbibliotecario no mu estran el uso que se haría de las revistas si estuvieran en la biblioteca.

Lo mejor que puede hacerse es dar uno o dos ejemplos. Digamos que una monografía cuesta 35 £ y otras 15 £ el proceso; si no se tienen en cuenta los costes de almacenamiento, el costa total de la adquisición es 50 £. Consideremos también que se ha tenido que pagar por todos los préstamos y que cada préstamo interbibliotecario cuesta 10 £2 . Es más econ&oa cute;mico para la biblioteca comprarla si se esperan más de cinco usos. Si no hay que pagar gastos, los costes serán los de devolución más los internos - tal vez 5 £. En el segundo ejemplo, pensemos en una revista científica que cuesta 300 £, cantidad a la que hay que añadir 40 £ por proceso y encuadernación (consta de doce números anua les encuadernables en dos volúmenes): 340 £ en total.Supongamos también que el coste total de obtener la fotocopia de un artículo es de 10 £. Será más barato para l a biblioteca suscribirse si cada volumen se utiliza al menos 35 veces. No sorprende que muchos autores (p.e., Gossen & Irving, 1995) concluyan que no es rentable (o necesario por otras razones) conti nuar con las suscripciones a revistas poco utilizadas.

El ejemplo de la revista ilustra la dudosa utilidad de establecer comparaciones de este tipo. Si se aplicara estrictamente y se actuara en consecuencia, quedarían muy pocas revistas en las bib liotecas (y en consecuencia se publicarían menos). La comunidad universitaria se quejaría con razón de esto, al quedar seriamente afectado su trabajo.

En todo caso hay demasiadas incertidumbres a la hora de tomar decisiones sobre la base de los costes únicamente. Las enormes diferencias de precio de revistas y monografías, así como la situación variable y cambiante en lo que se refiere a los costes del suministro de documentos, significa que cualquier operación de cálculo sería no sólo ex tremadamente compleja sino que además sería válida sólo durante un corto período de tiempo.

El tema de los costes relativos puede pasarse por alto y resolver el problema a la biblioteca cargando los costes de acceso a los usuarios. Si los usuarios corren con todos los gastos directos, econ& oacute;micamente tiene sentido comprar lo menos posible y utilizar el acceso al documento todo lo que se pueda. Si esto se lleva hasta el final, la biblioteca acabaría sin comprar nada y acced iendo externamente a todo, si bien ni siquiera los más ardientes defensores del acceso externo defienden esto. En una biblioteca, hacer pagar a los usuarios el coste total del acceso al docume nto, en vez de, por ejemplo, hacer pagar una pequeña cantidad para evitar el uso frívolo, significa penalizarles por culpa de una pobre selección o unas adquisciones inadecuadas; no sería más lógico que hacerles pagar por el uso de los fondos de la biblioteca. Dicha “solución” a la larga va en contra de los objetivos de la biblioteca.

La economía del acceso en el futuro

Aunque en un sentido muy limitado puede resultar más económico el acceso remoto que la adquisición de una monografía o una revista que se solicita menos de un númer o determinado de veces, ésto sólo es cierto en una situación como la actual. Cuando muchas bibliotecas cancelan una suscripción, al principio el precio aumenta, reduciendo así las adquisiciones todavía más, en favor del acceso. Pero se llega a un punto en el que ya no resulta viable seguir publicando la revista, desapareciendo por completo en su f ormato tradicional. Del mismo modo, si no se llega a un cierto número de ventas de libros de un tipo determinado (por ejemplo, monografías sobre arqueología), dejan de publicarse .

Hay quien argumenta que el acceso electrónico solucionará dichos problemas, al menos en lo que a las revistas se refiere. Se ha hablado también de la posibilidad de los “libros s egún demanda”: las monografías que cuenten con un pequeño mercado podrían almacenarse elctrónicamente e imprimirse rápidamente cuando alguien lo solicite. Si n embargo, los editores (y los centros de almacenamiento) tienen que recuperar sus inversiones, de manera que el acceso a revistas de poco uso no va a ser barato, aunque se reduzcan los costes de edi ción mediante los sistemas electrónicos al eliminar los costes del papel, impresión y encuadernación. Los editores no van a renunciar a los beneficios que están obt eniendo a partir de revistas y monografías y, aunque recibirán con los brazos abiertos cualquier fuente adicional de ingresos por la venta de artículos sueltos (ya están e mpezando a disfrutar de dichos ingresos), no parece probable que vayan a renunciar a la publicación de las versiones impresas a no ser que obtengan un beneficio mayor del suministro a la carta . Siempre existe la posibilidad de que un editor ofrezca documentos sobre demanda a precios más bajos durante un tiempo para abrirse mercado, pero únicamente los editores con más medios económicos podrían hacer esto durante más de unos pocos meses.

Elsevier Science Publishers ha declarado que las suscripciones a revistas electrónicas no van a ser más baratas que a las impresas, al menos a corto plazo (Steele, 1995). Una de las ra zones por las que los editores están interesados en el acceso electrónico es que les proporciona un control sobre uso mucho mayor; pueden, de hecho, poner los precios que quieran dentro de los límites establecidos por el mercado. Pudiera ser que los bibliotecarios estén cayendo en una trampa, si bien dudo que haya sido puesta por los editores deliberadamente; cancelan las suscripciones hasta que el único medio de acceso posible es el electrónico, cayendo así por completo en manos de los editores. Los precios en el sistema de los “libros seg&u acute;n demanda” no los sabemos, pero podrían no ser baratos.

Se podría contestar que las reglas del mercado van a hacer este panorama poco probable; si los precios del acceso son muy altos, los artículos no se utilizarán. Hay bastante raz& oacute;n en esto, pero ha quedado demostrado repetidas veces a lo largo del tiempo que si un documento se solicita con insistencia se adquirirá; y si la biblioteca no puede pagar, el interesad o o el departamento lo harán (los mismos departamentos que luchan por sus propios presupuestos y que hacen muy poco para que se dote adecuadamente a la biblioteca). Esto está sucediendo ya; los usuarios se están empezando a saltar a la biblioteca si ésta no puede o cuando no proporciona lo que se pide. Se ha creado un mercado alternativo.

Sistemas alternativos de acceso y suministro de documentos

Una propuesta que ha recibido un gran apoyo en los USA y el Reino Unido es que el almacenamiento y suministro de los artículos se ponga fuera (o que nunca se ponga debajo) del control de los e ditores y que sea responsabilidad de las instituciones que subvencionan el trabajo sobre el cual tratan los artículos. Se podría tratar de una especie de consorcio de universidades - o, mejor, consorcios nacionales, ya que es difícil imaginar dicho sistema en una escala mayor que la nacional. La perspectiva del control y la gestión de dicho sistema (o sistemas) ser&ia cute;a aterradora, aparte de la cuestión del control de calidad, ya que dicho sistema proporcionaría todos los artículos que llamamos revistas. Es más, teniendo en cuenta las enormes presiones que están teniendo lugar en muchos países para privatizar todo lo que se pueda , si las universidades establecieran dicho sistema, sería seguramente el prim er candidadto a la privatización.

Una forma de propiedad, aunque sujeta a condiciones - una posibilidad intermedia entre el acceso electrónico a fuentes remotas y la adquisición convencional de revistas en papel - es la adquisición o alquiler de CD-ROMs en texto completo. Un ejemplo claro es ADONIS, que hace que unas 600 revistas, principalmente biomédicas, estén disponibles en CD-ROM. Es mucho más barato que la suscripción a las versiones en papel, pero su rentabilidad depende del número de esos títulos que realmente se desean; además, la presencia f&iac ute;sica y el hojeo quedan bastante reducidos. Un sistema mucho mejor sería aquel que permitiera la adquisición de CD-ROMs a medida, que contuviesen aquellos títulos que se ajust an a las necesidades de la biblioteca, pero esto sería más caro.

Otra posibilidad es crear una colección de artículos guardando una copia digitalizada de todos los artículos que se hayan adquirido en cualquier lugar para los usuarios. Aparte d e los problemas de derecho de autor, las probabilidades de que el mismo artículo se pida más de una vez son muy remotas. Esto no solamente es cierto a escala local, como demuestran los estudios llevados a cabo en Loughborough hace unos años; sorprendentemente, parece ocurrir lo mismo a escala nacional y esta es la razón por la que se duda sobre las ventajas de digital izar artículos y conservar el registro para usos futuros.

Existen varias formas posibles de abaratar las publicaciones, todas las cuales facilitarían la propiedad. Entre ellas estarían las revistas de sinopsis (algo que se intentó hace ya unos veinte años y fracasó porque no les gustaban a los autores), la miniimpresión (reducir el tamaño de impresión de manera que sea todavía legible a sim ple vista), y las publicaciones en formato popular (revistas editadas en papel barato y con tamaño de las revistas populares, que puedan atraer suscripciones de particulares; se publicar&iacut e;an también en versión electrónica para almacenamiento permanente). Es imposible tratarlas aquí todas; he incluído tan sólo las las que parecían m&aa cute;s serias (Line, 1992).

Los límites de la propiedad

Hay que aceptar que, independientemente de lo generosa que sea la financiación local, nunca será suficiente para satisfacer las necesidades de los usuarios. Se ha visto antes que la dis ponibilidad local es a menudo pobre cuando se refiere al porcentaje de materiales que se poseen y a su accesibilidad. Sin embargo, para mejorar el rendimiento de la colección (en oposici&oacut e;n a la disponibilidad de los documentos que se poseen) en un 10% haría falta incrementar las adquisiciones en un 30% o más; en otras palabras, se aumenta el rendimiento en las adquisi ciones disminuyendo beneficios.

Se ha visto también que por mucho que las bibliotecas cuiden la selección, un elevado porcentaje de los libros y revistas adquiridos apenas o nunca se utilizarán. Esto es as&iacu te; incluso para los libros que se compran para los estudiantes; los estudios llevados a cabo en tres bibliotecas universitarias británicas no muy bien dotadas económicamente han mostra do que alrededor del 30% de dichos libros no se prestaron en los tres años posteriores a su adquisición (no se estudió la utilización dentro de la biblioteca) (Line, 1986) . Esto ocurre con mucha más intensidad con los materiales que se adquieren para los investigadores; el conocido estudio de Pittsburgh (Kent & otros, 1979) no es el único en mostrar c&oa cute;mo la mayor parte del fondo de las bibliotecas universitarias no se utiliza nunca. (El problema de una adquisición poco rigurosa se ajusta mucho menos a las revistas que a las monograf&ia cute;as, ya que la demanda futura de revistas se puede estimar con más exactitud sobre la base del uso en el pasado).

La selección de las monografías es en parte un acto de fe. Se tira además mucho dinero en la compra, proceso y almacenamiento de libros que no se utilizan. Quienes proponen el ac ceso podrían usar este argumento en su favor: ya que es imposible llevar a cabo una selección apropiada, se puede prestar mejor servicio a los usuarios si los documentos se consiguen cu ando los usuarios los piden y utilizar de esta manera todo el dinero que se desperdicia en la compra de materiales. Se podría llegar también a la conclusión opuesta: ya que la se lección es imperfecta y que gran parte de los documentos se toman para uso hojeando en las estanterías, es de mucha importancia que los usuarios cuenten con materiales abundantes de ent re los que seleccionar - argumento en favor de altos presupuestos de adquisciones. En todo caso, como subraya Gorman (1994) en su alegato en contra de la biblioteca virtual, la utilización por documento en las colecciones muy grandes es a menudo muy elevado; calcula que la utilización anual de las bibliotecas de la Universidad de California sobrepasa el 50% del tamaño de las colecciones (aunque esto no signifique que se utilice el 50% de las colecciones).

Acceso a los fondos recientes y a los más antiguos

Hay que distinguir claramente, aunque se le ha prestado a esto muy poca atención, entre el acceso y el uso de los materiales, tanto recientes como antiguos. Esta distinción es mucho m&a acute;s importante en las ciencias que en las humanidades, quedando las ciencias sociales entre las dos. Aunque siempre es posible tomar ideas y estímulos a partir de la literatura cient&iacut e;fica no actual, esto no es normal y sucede las más de las veces por casualidad; la mayor parte de la documentación ha quedado obsoleta (aunque en menor medida en las ciencias naturale s descriptivas como la botánica) y el cuerpo documental es tan vasto que el hojeo es prácticamente imposible. Lo que se necesitaría idealmente sería la combinación entre una abundante presencia física de documentos recientes y un sistema de acceso rápido y eficiente a la documentación antigua. Lo que la mayoría de las bibliotecas of recen ahora es una selección de documentos recientes y antiguos, aunque casi todas ofrecen el acceso a través de bases de datos y sistemas de suministro de documentos. La selecci&oacut e;n es cada vez menor a medida que los presupuestos se reducen más y más en función de la inflación y del crecimiento documental. Una política inteligente para las bibliotecas sería expurgar al máximo sus colecciones de aquellos materiales que tengan, digamos, tres o cuatro años de antigüedad, liberando de este modo gran cantidad de es pacio y colocando en su lugar mucho más material reciente. Para que esto sea posible es necesario que exista una colección de materiales antiguos lo más completa posible y p&uacu te;blicamente accesible, en una institución que garantice un suministro rápido y eficaz; dicha colección no es necesario que esté en el país del investigador, aunqu e sea más rápido y barato pedir en préstamo monografías (a diferencia de las revistas) en el mismo país. El British Library Document Supply Centre, que presta servi cios a todo el mundo, es lo más parecido a esa colección (desde luego, tiene que adquirir fondos continuadamente, tanto por causa de la fuerte demanda como para asegurar que van a segui r disponibles cuando la documentación deje de ser reciente).

Este último punto - la necesidad de guardar los materiales para cuando dejen de ser actuales - es importante. Existe el peligro de que, una vez el material publicado no esté en manos p& uacute;blicas, deje un día de estar disponible, bien porque la editorial ha desaparecido (lo que puede pasarles un día) o porque no desea que esté disponible más. No hay r azón para esto, siendo tan barato el almacenamiento electrónico, pero tampoco tienen ninguna obligación de no hacerlo. Se ha discutido sobre el archivo de los materiales que exis ten únicamente en formato electrónico, pero hasta ahora no se ha llegado a ningún acuerdo.

¿Cómo funcionarían, desde el punto de vista económico, los sistemas de propiedad de los materiales recientes y de acceso para los antiguos? El ahorro de espacio sería fund amental y aunque sería sin duda altamente valorado por los órganos directivos no resolvería el problema de los gastos corrientes. Se podría también ahorrar el diner o de las encuadernaciones de la mayoría de las revistas; como se retirarían una vez transcurridos unos años, no tendría sentido encuadernarlas. Los costes de mantenimiento del fondo también se reducirían. Estos ahorros liberarían algún dinero, pero no demasiado. Así, haría falta sin duda más dinero para comprar material es y también (una cantidad mucho más reducida) para el personal necesario para su proceso. Pero, ¿cúal es la alternativa?

Sólo hay dos alternativas. Una es que los usuarios confíen más en el suministro remoto, tanto en línea como mediante fotocopias o préstamos. Como se explicaba m&aac ute;s arriba, no es sólo menos satisfactorio, sino que podría ser también más caro y no sólo eso, ya que los costes podrían no estar soportados por la biblio teca sino por los individuos o los departamentos. Como los costes estarían a la vista, se reduciría la demanda; parte de esta reducción podría corresponder a la demanda “i nnecesaria”, pero no es tan fácil decidir de antemano lo que es innecesario. La otra alternativa es todavía peor: que no se atienda como es debido a los usuarios y que sus estudios o in vestigaciones queden seriamente recortadas cuando no dañadas.

Existiría, de hecho, una combinación de las dos. La mayor dependencia del suministro remoto sería más cara si los usuarios la utilizaran tanto como si los documentos estuv iesen disponibles in situ; pero esto no ocurriría, simplemente porque no estaría disponible y no se tendría consciencia de su existencia o no merecería la pena el esfuerzo de pedirlo. Se podría aducir que si no estuvieran dispuestos a hacer el esfuerzo es que que no estaban tan interesados; pero la experiencia enseña que la poca disposición a hace r esfuerzos no siempre indica la ausencia de una necesidad. El uso, por lo tanto, se reduciría, con independencia de las restricciones impuestas por el precio del acceso remoto y el resultado sería que la investigación y la enseñanza quedarían afectadas. Si se añaden las restricciones, los efectos serían por supuesto mayores.

Conclusión

Las bibliotecas necesitarán, desde luego, seguir comprando y también el acceso remoto. Nadie quiere retroceder a los días en que pedir prestado un documento a otra biblioteca era reconocer un fracaso. Las preguntas planteadas tienen que ver con el equilibrio entre ambos, así como con la política a desarrollar.

El acceso puede servir bien como sustituto para los materiales antiguos, pero no mucho para los recientes. Los bibliotecarios han quedado seducidos muy fácilmente por la retórica de los profetas tecnológicos o han sucumbido de manera pasiva a sus presiones. Los profetas no siempre tienen razón (a los que la tienen no les suelen creer) y en este caso, creo que est&aacu te;n equivocados tanto en sus estimaciones sobre los costes como en su candidez o despiste al no darse cuenta de las necesidades de los usuarios y de los efectos previsibles si sus visiones se convie rtieran en realidad. El acceso no tiene por qué ser más barato en el futuro y no sería inteligente elaborar planes suponiendo que sí lo serán; no creo además que éste sea capaz de sustituir algunas funciones importantes de la página impresa.

La razón de ser de las universidades es promover el estudio y la investigación; si no son capaces de hacer esto de manera efectiva están fracasando. No sería así si se destinasen grandes sumas de dinero; en el Reino Unido, si el gasto en bibliotecas aumentase desde menos del 3% del presupuesto de la universidad, que es la cantidad actual, hasta el 5%, supondr&i acute;a una transformación para las bibliotecas sin que quedase perjudicada la enseñanza u otras áreas de gasto (el 70% del presupuesto universitario se va en salarios). El coste de una biblioteca con fondos abundantes puede que crezca más que la inflación, pero tampoco es tanto. Un país que dice que no puede costear bibliotecas así debería avergonzarse de llamarse desarrollado.

De hecho, los bibliotecarios pueden tener argumentos muy poderosos para pedir mayores presupuestos. No tengo la menor duda de que el futuro de la educación superior (y posiblemente la secundar ia también) se transformará en un autoaprendizaje; si la economía va a hacerlo necesario, la tecnología lo está haciendo posible y el valor de la autoformació ;n lo hace deseable. En vez de bibliotecas que proporcionan soporte a la enseñanza, habrá profesores que llevarán centros de aprendizaje - que desde luego incluyen bibliotecas (L ine, 1995). Esto está ocurriendo ya. Otra tendencia actual es la del aprendizaje continuado, lo que también favorece el gasto en centros de aprendizaje. ¿Por qué los bibliotecari os no utilizan estos argumentos?

He abogado en el pasado por “bibliotecas más magras, mas ajustadas”. No hay contradicción entre este punto de vista, que todavía mantengo, y el contenido de esta ponencia. La del gadez no quiere decir demacración y los ajustes significan hacer lo que se necesita, que en el caso de las bibliotecas es proporcionar lo que solicitan los usuarios de la manera más efi ciente posible. Las bibliotecas necesitan eliminar la grasa innecesaria que son los fondos antiguos y apenas utilizados, no la fibra muscular que representa el material reciente. Algunas corren el pe ligro de combinar la bulimia - acumulación de tanto material antiguo como pueden abarcar - con la anorexia - inanición por falta de proteínas y vitaminas recientes. Es verdad que la inanición no se autoimpone, mientras que la anorexia sí; pero no por eso recibe la aprobación de los usuarios.

APENDICE 1: Precio medio de las revistas en el Reino Unido (1994)

Humanidades y ciencias sociales                                          £  88,24
        mayor: Psicología                                               £ 172,55
        menor: Deportes y pasatiempos                                          £  34,75

Medicina                                                                 £ 225,84
        mayor: Cirugía, anatomía, fisiología              £ 327,92
        menor: Salud pública, enfermería, medicina general       £ 100,89

Ciencia y tecnología                                              £ 402,55
        mayor: Biofísica, bioquímica, microbiología       £ 785,24
        menor: Calefacción, iluminación, ventilación      £  52,70
Fuente: Library Association Record. May 1994 (basado en una amplia selección de revistas realizada por Blackwell’s Periodicals Division).

NB. Dentro de la categoría de “mayor” hay muchas variaciones entre los diferentes títulos.


APENDICE 2: Precio medio de los libros en el Reino Unido (datos de Enero-Junio 1994)


Libros UK						Libros USA

media general			£ 35,42	media general		£ 44,65

mayores:
	botánica			£ 86,65	cirugía			£111,34
	ingeniería química		£ 84,38	ingeniería mecánica	£103,91
	cirugía			£ 75,83	ingeniería química		£103,64

menores:
	textos literarios		£ 14,55	deporte y esparcimiento	£ 24,11
	enfermería			£ 16,22	textos literarios		£ 25,65
	deporte y esparcimiento	£ 20,65	obras generales		£ 26,92


Fuente: Sumsion, John. Average prices of British academic books. January-June 1994. Loughborough :
LISU, 1994. (LISU British Academic Book Prices Report, no, 15) Sumsion, John. Average prices of USA academic books. January-June 1994. Loughborough : LISU, 1994. (LISU USA Academic Book Prices Report, no. 15).